HETERÓNIMO
Ha
nacido una estrella
Hoy es el último
miércoles del mes y toca reunión con el Grupo de lectura de cómic en la
librería Suburbia. Llego temprano, contenta de tener tiempo para poder husmear;
seguro que al final cae algún libro. Deslizo mi índice por los lomos de los
ejemplares de la primera estantería; me causa un placer secreto, como cuando de
pequeña pasaba la mano por las paredes sucias de los edificios. En la penúltima
balda, un tomo llama mi atención por su cubierta colorida; a estas alturas mi
dedo tiene un color grisáceo y es que las calles que circundan a Suburbia están
siempre en obra y el polvo se cuela de continuo en el local. Saco el libro y
leo: En los márgenes. Me gusta. Su portada de tonos cálidos desprende de
luz. Busco la autoría: Hermes Illa. Sonrío, ese nombre solo lo sabe llevar una
reina, una Drag Queen, y me voy a la solapa a saber más de ella. En la
fotografía de presentación me encuentro con un rostro ambiguo que luce un arte
de maquillaje en el que destacan unos ojos tornasolados, caleidoscópicos, que
miran a cámara. ¿Edad? Entre 25 y 50 años.
Hermes Illa nace
a los 14 años una tarde de verano en el dormitorio de su hermana en su casa de
Comares, Málaga. Allí, el espejo del armario le devuelve su imagen, la imagen
de un púber que luce una peluca de rizos castaños, cortos, despeinados que caen
sobre un rostro maquillado con torpeza, donde el exceso marca la
diferencia. Una túnica demasiado grande se resbala de sus hombros y deja a
medio ver unos altísimos tacones con los que ya desfila con soltura. Le gusta lo
que ve, y aunque aún no sea consciente, como más tarde recordará, ha dado a luz
a Hermes Illa.
Deja la escuela sin terminar la enseñanza obligatoria para
irse con las mujeres a trabajar al lagar, para pisar la uva, para beber vino de
Los Montes. De su paso por allí se le quedaría la mala afición al vino que
tantas malas pasadas le acarrearía, según cuenta en alguna entrevista.
Aprovecha cualquier descanso para devorar revistas antiguas de diseño, moda,
maquillaje que le da Pili, la peluquera del pueblo. Para escapar de allí, se
ofrece voluntaria para ir a cuidar a la abuela Encarna a Vélez Málaga donde por
las tardes se apunta a Corte y Confección y las noches las dedica a leer de la
biblioteca que, legó su abuelo, el maestro, toda clase de libros: de aventuras,
de Historia, de ensayo, novelas… Es lo único que se lleva a Torremolinos al
morir la abuela y tener que abandonar la casa. Allí se instala con Maleni, su
amiga trans, antes Pepito, que le asegura una cama y le presenta a la Madre
Regina, una icónica drag que acaba por contratarla para diseñar y montar su
vestuario al descubrir sus habilidades. Hermes Illa ya no es un espejismo, es
real. De día la costura la absorbe, de noche se bebe las historias de las
reinas, de sus hermanas drag mientras se preparan para la siguiente actuación.
Son historias en su mayoría duras, muy duras, pero ellas acostumbran a
contarlas con un tono tragicómico para espantar los miedos y los fantasmas , y Hermes Illa decide
escribir tomándolas como fuente de inspiración. Retoma los estudios y se apunta
a talleres literarios de escritura, de lectura, presenciales, online. Le gusta
el relato corto, los cuentos. Quiere dar voz a su mundo y comienza a relatar
historias con una jerga propia, la de las drags, en un tono provocador, ácido,
vulgar: que incomode. Sus personajes alguna vez existieron hasta que Hermes
Illa los convierte en ficción. Desde el cura lascivo a la mujer misteriosa de
las afueras del pueblo, la bruja, pasando por el pobre maricón que tiene que
huir acosado, o el político reprimido, escondido bajo una doble moral. La
denuncia social siempre está presente en sus textos.
Su primer premio le llega con el relato corto Erase una
vez: el principio. Goza del mecenazgo de gente de la talla de Alana S.
Portero, o de la argentina Camila Sosa Villada. Su lectura es fácil, sus
personajes reconocibles.
En los margenes, es una recopilación de cuentos con la
exclusión como tema en común.
Y para finalizar
estas pinceladas sobre Hermes Illa toca decir: «Sashay away, hermanas».
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